-preguntaba el ruso; su inglés se había ido deteriorando de manera gradual; en esos momentos su labio inferior estaba húmero y tembloroso por la emoción y Muishkin clavó en su anfritrión aquella mirada fija propia del borracho que está a punto de convertirse en filósofo-.
viernes, 12 de marzo de 2010
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