-preguntaba el ruso; su inglés se había ido deteriorando de manera gradual; en esos momentos su labio inferior estaba húmero y tembloroso por la emoción y Muishkin clavó en su anfritrión aquella mirada fija propia del borracho que está a punto de convertirse en filósofo-.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
es dificil echar de menos algo que nunca hemos tenido, pero yo lo hago.
ResponderEliminar